miércoles, 23 de noviembre de 2011

De ser Máster día sí, día también.

Creo que todos los que nos dedicamos a narrar partida sí, partida también (con escasas excepciones) acabamos enfermando del Mal del Máster. Ciertamente, esto no se puede obviar y cuenta con una serie de síntomas que nos son comunes, aunque algunos tienen esa especie de anticuerpos que les permiten llevarse tres años dirigiendo sin cesar para, a continuación, jugar una partida como jugador y ofrecer un rendimiento realmente notable.

Máster en la posición de jugador: su cabeza a punto de explotar


Hace tiempo hablaba con uno de los mejores narradores que he tenido la suerte de disfrutar acerca de esto. La conversación surgió a raíz de una partida hecha por un individuo ajeno a esto y en la que dicho narrador participaba como jugador. Se le veía algo apático, flojete y hasta cierto punto, aburrido. Huelga decir que esto puede ser perfectamente por la propia idiosincrasia de la partida, y hasta cierto punto acertaba, pero no era algo definitivo. Él mismo me decía que le era muy difícil escuchar al Máster y no pensar en cómo lo haría mejor, en qué fallaba y, sobretodo, en cómo lo haría él. Creo que aquí sacamos uno de los principales fundamentos de este mal que aqueja a más de los que creen: poseemos en nuestra mente una especie de chip que nos lleva a asociar todos los recursos, descripciones, tiradas y tramas a un profundo análisis que deja en un segundo plano muy significativo la propia historia que se desarrolla ante nuestros ojos. A él le pasaba: yo pensé que quizá es que tampoco era tan bueno como se le presuponía, pero hace poco jugué una partida de Vampiro bajo su dirección y fue de las mejores que he jugado nunca. Eso me hizo replantearme todo esto.

La falta de percepción al otro lado de la mesa nos conduce en muchas ocasiones a confundirnos cuando estamos en ella. A lo antes citado, se suma la extrañeza que nos proporciona colocarnos en una situación que no controlamos del todo. La relación con nuestros compañeros, antes jugadores-Máster, ahora se convierte en una camadería en la que colaboras con los demás para superar un reto, cosa que antes tú simplemente te dedicabas a arbitrar. Fenómeno extraño es que alguien te diga que tirar, y a mí me pasa constamente, que pregunto por qué tirar una cosa y no otra. Coletazos del ser Máster a tiempo completo. 


Un Máster pensando que dejará su puesto a otro. ¡Y sus creaciones!

Creo que la solución es obvia, pero pocos nos hacemos a ella: no dirigir siempre. La rotación dentro del grupo de juego es fundamental, pero es muy extraña. Normalmente, uno lleva la varita y los demás se acostumbran y, de vez en cuando, se tiran a la piscina, aunque si el experimento no sale bien vuelven a su hueco de jugador, ocupado quizá por ti sin haberte hecho a él. La experiencia ha de ser gratificante para todos, y a veces el Narrador se ve presionado porque sin él, no hay rol. Por ello, es una gran idea cuando conoces un grupo o ya con el tiempo, hablar sobre la posibilidad de que todos los que lo deseen (también significativo) puedan narrar. A veces el sacrificio ha de ser necesario.

En mi caso particular, siento algo resentirme cuando hago de jugador, aunque a niveles mínimos. No me engañaré: por mis circunstancias pasadas, yo acabé siendo el Máster fijo. No fue porque quisiese, pero hoy en día sí lo es. Me encanta montar historias, crear mundos y leerme módulos que modificar y adaptar. Es algo que disfruto por encima de todo. Pero también anhelo jugar: quiero meterme en tramas que desconozca, sorprenderme ante un giro argumental que nunca esperaría y saber qué tirar en cada momento por órdenes del Máster. Me encanta. Y lo hago menos de lo que desearía, pero es una parte sin la que entendería mi afición a esto. Por ello, asisto a jornadas como si de un novato se tratase, porque es el lugar dónde más partidas juego. Además, en mi grupo habitual tengo la suerte de que algunos de mis compañeros montan partidas, aunque sean cortas, ya sea obligación de la asociación o por mero gusto, y puedo apuntarme si el tiempo y las ganas lo permiten. Aunque se echa de menos una campaña larga, pero bien visto, no puedo pedir mucho más. 

Como se ve, he conocido los dos polos de esta situación tan común. ¿Y vosotros, hacia dónde apuntáis?

1 comentario:

  1. La verdad, a mi me ha pasado de todo.

    Empecé como Master obligado, y estuve mucho tiempo así, pero a la vez me gustaba mucho montar las partidas, así que aunque fuera "necesario" lo hacía con mucho gusto.

    Es verdad que he jugado con gente y he estado pensando más en los fallos que en la historia, pero es porque generalmente eran muy malos narradores. Ahora sigo dirigiendo, pero he tenido la suerte de poder jugar alguna que otra partida y encontrarme con unos pedazo de masters de la ostia.(Por ejemplo, mi actual director de Changeling y Wraith)

    Pero disfrutar, disfruto con los dos polos, que para eso esto es un juego ^^

    ResponderEliminar