Título extraño dónde los haya, lo sé. Pero creo que se capta el concepto que voy a desarrollar brevemente en este artículo. ¿Qué pasa cuando en un grupo siempre es el mismo tío/a (la a, por supuesto, es más una irrealidad que otra cosa) el que dirige? ¿Se cansa? ¿Lo hace por amor al arte? ¿Sus compañeros le “convencen” con lápices del Ikea apuntando a sus ojos?
Cuando comencé a dirigir lo hice, simplemente, porque no había remedio. Era o yo o el peluche, y no poseíamos mi compañero y yo la suficiente experiencia para atenernos a un DJ tan bueno (sí, el peluche). De esta manera, decidí ser yo quién empezase a darle caña a eso de contar una historia y todo lo que conllevaba ser el qué mandaba. Al final, sin darme cuenta, pasaron los años y quién partía el bacalao era siempre el mismo. ¿Por qué este fenómeno? Podría decir que las personas somos en ocasiones unicelulares: si algo funciona, para qué cambiarlo. Efectivamente. Creo que es el razonamiento que muchos usan a fin de seguir siendo jugadores forever and ever. Pero a algunos también nos gusta jugar, leches, y no veas lo que nos cuesta hacerlo.
Ejemplo de Máster Único; todo son obras de Rolemaster y Advance D&D
El problema es el Mal del Máster, enfermedad común donde las haya pero que pocos reconocen como que la padecen. Se trata de esos gestos ceñudos y murmullos ininteligibles para los demás que haces cuando, después de años y años dirigiendo, te pones a jugar y empiezas a sacar pegas a quién dirige, como si de un juez se tratase. Sí, dices palabras que nadie entiende y nadie oye, ensimismados en la narración, pero tú las sueltas por lo bajo ¿por qué? Porque llevas tanto tiempo dirigiendo que has perdido tu sitio en el otro lado. Eso le pasa a mucha gente, y es algo normal, aunque no sano, como fumar.
Una auténtica arma de destrucción masiva
Así, por tanto, tenemos por un lado personas que no dirigen porque están acostumbrados a que tú lo hagas, y luego estás tú mismo que, cuando te sientas en el lugar del jugador, sufres en ocasiones ese Mal del Máster, la doble M más chunga que el Mal del Caótico Neutral pero mejor que el Mal de la Pifia (sí, mi especialidad son las enfermedades del rol, de las cuáles ya os hablaré en otra ocasión). Muchas veces, las cosas parecen más fáciles de lo que son, y en esto del rol no podía ser de otra manera. En cuanto a la solución que creo más factible, me quedo con tres: la primera es intentar mantener un equilibrio en tu grupo de manera que todos dos o tres dirijan de vez en cuando, bien rotándose, bien realizando cada uno su partida para dejar luego paso al otro. Sí, esta es la típica, lo sé. La segunda solución es usar lo susodichos lápices de Ikea para amenazar y amedrentar al resto de tus compañeros. Un lápiz de Ikea a tu lado es la salvación, la mejor arma de persuasión jamás creada. Y la tercera solución es muy apetecible también: dedícate a jugar al dominó.
La alternativa más plausible
¿Conocéis alguna otra solución? Sé de personas que muchas veces hablan conmigo de esto. ¿Qué opináis? ¿Huelgas generales? ¿Lápices HB?
Me ha encantado la entrada, la verdad esque yo me quemé hace unos meses por esto mismo, siempre narraba yo y nadie se animaba, asi que me planté en seco y bueno, desde entonces que no jugamos... ya les picara el gusanillo...
ResponderEliminarLa solución es organizarse, si sois 4 o 5, que sea director una partida cada uno (de diferente juego claro), aunque no tengan experiencia, ser director es algo que te enseñas cometiendo errores, asi valoraran el trabajo de un buen director de juego.
La primera partida que narré al Fading Suns me salte la mitad de las reglas y lo pasamos muy bien, esa es la intención, no?
Yo ahora que estoy empezando a masterear, le estoy cogiendo el gusto y la verdad que me apetece más hacer de máster que de jugadora. Supongo que con el tiempo las cosas cambiarán xDD
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