Tenía muchas ganas de darle un vuelco de cabeza a lo que ha supuesto para mí ser Director de Juego, y cómo nació mi afición por esto de rol. Es algo que se puso de moda hace bastante tiempo por la rolesfera, eso de ir contando cada uno su vida rolera, desde el descubrimiento hasta la consolidación de la afición. A mí me encanta leer las experiencias de la gente, pues puedo soltar unas risas y, por qué no, compararlas con las mías. Me parece algo agradable. En esos momentos no tenía blog propio (sí, este es de la asociación pero yo lo siento como mío) y me dio bastante pena no plasmar lo mismo: ahora que lo tengo, tampoco lo haré de momento. Simplemente, me limitaré a enlazar como un jugador de nueva generación como yo sigue usando los métodos más arcaicos para poner en común su más ambicioso proyecto rolero: una campaña que ya va por su último fragmento de la trilogía y camino del tercer año de juego, reuniéndonos semanalmente sin parada salvo en algunos meses concretos.
La consabida representación clásica de nuestro hobby
La idea de las nuevas generaciones tomadas como sabedoras del mundo digital es algo extrapolable al rol. Hoy día, más que nunca, el nuevo (y viejo) jugador de rol se adapta a las nuevas tecnologías y las usa en su favor, algo útil y reseñable. Tenemos nuevas herramientas que pueden facilitarnos la narración, por qué no hacerlo. El ordenador portátil es hoy día un compañero inseparable de muchos directores. Es normal pensar, por ende, que junto al extenso material en pdf del que vamos disponiendo cada vez mas algo bueno está pasando. Con ello, no voy a entrar en el debate de qué es mejor o peor; me parece realmente insulso, pues ambas cosas, papeles, legajos, mapitas a lápiz y anotaciones en servilletas, se complementan perfectamente con nuestros reglamentos en pdf, partidas escritas en word y mapas en un inmaculado formato photoshop.
Comencé a jugar hacia el año 2004 a rol. De eso hace solo 6 años, y yo me encontraba, con mis diecisiete años, en un época algo tardía para introducirse en esto. En mi caso, mientras daba mis primeros pasos con D&D 3.0, una idea comenzaba a agolparse en mi mente. Algo que bebía, indudablemente, de las fuentes de Tolkien, Weis-Hickman, Moorcock y demás compañía épica que yo devoraba sin cesar. Un mundo se hacia hueco en mi cabeza, y venía con una historia detrás. Todo lo que giraba alrededor de estas primeras nociones fue plasmándose en folios en mi último año en bachillerato, en servilletas (de ahí el ejemplo anterior) y en márgenes de libros. No usaba nunca el ordenador. Hice un primer mapa rudimentario sobre un reino en un folio, lo presenté a mis compañeros y hala, a jugar. A irnos de paseo matando orcos y salvando al reino del malvado de turno. Así comenzaba esto. Recuerdo mi primera partida con folios, con lápices, con gomas y con figuritas de Warhammer que tenía un colega. Con el manual de 3.0, intimidante, en un lado. Sin Manual del Máster ni de Monstruos. Frío y pá entro, como decimos en Huelva. Las características de los monstruos salían de mi cabeza, mucho mas simples de cómo luego las descubrí en dicho Manual de Monstruos I (¿los bichos teniendo habilidades? Eso cambió mi vida)
Que no se pierda esto nunca, señores
Esa partida acabó y yo no había usado siquiera internet para buscar alguna aventura. No pensaba que este tipo de cosas tan alternativas estuviesen presentes en la Red de redes. De esta forma, yo me dediqué a lo mío y continué, durante mucho tiempo, intentando una y otra vez llevar a cabo tan magno proyecto. Pero a esas edades los amigos mutan mucho, y no encontraba un grupo realmente fijo con el que encontrarme a gusto. Y mi idea, algo egoísta, era montar una campaña en la que, en la medida de lo posible, los mismos jugadores vivieran los acontecimiento temporales con distintos personajes.
En estos años, mis ideas crecían en la cabeza y se manifestaban en folios, hojas, mapas de ciudades, mapas del mundo, y un sinfin de cosas parecidas. Y hace casi tres años ya, encontré un grupo con el que decidí apostarlo todo, novatos de pro la mayoría, y ponerme a ello con la campaña. Hasta hoy. Fue el momento en que pensé en actualizarme, y ahora escribo, simplemente, parte de las sesiones diarias en un documento word. Fin de mi uso del portátil. Me he dado cuenta, ahora que puedo verlo con perspectiva, que realmente nada ha cambiado. ¿En qué uso yo las opciones digitales para mis partidas, incluidas las one-shot que llevo a jornadas? En nada. Acaso escribir las sesiones en word. Pero las características de los principales antagonistas y PNJs, los mapas, las cuestiones más importantes, las armas mágicas y tesoros...todo eso sigue en papel. En mi pila de papel. El ordenador se ha quedado para compartir mis experiencias roleras a otros niveles: al del bloguero, al del lector de material relativamente poco extenso en pdf, etc. Pero cuando llega la hora de la verdad y toca ponerse a narrar, entonces mis dados siguen junto a mi lápiz y papel. No ha cambiado. Creo que la propia idiosincrasia en la que nació mi campaña especial, ahora en su última parte, me ha obligado con gusto a seguir esta secuencia. Y me gusta. Me gusta volver a lo añejo para estas cuestiones. Disfruto llegando a las jornadas, colocando mi pantalla de Aventuras en la Marca del Este y dejando mis folios con esa letra horrible e incopiable detrás. Junto a los dados. Todo ello despierta un sentimiento de familiaridad. Y es que los directores nunca podemos perder nuestros orígenes, como bien dice Pedro Steinkel en una de sus últimas aportaciones. Sirva esto como reflexión y homenaje a su grupo, que han vuelto a reunirse como siempre han de estar los jugadores: con su pizza, su noche, sus folios, sus dados y, sobretodo, la compañía de sus amigos.
¿Os imagináis en el futuro los jugadores lanzando sus dados en Smartphones? NO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario